Para escuchar mientras lees: Acompáñame a estar solo (Ricardo Arjona)
Viernes 8 de Enero de 2010. Metro de Madrid. 9.10 de la mañana, dirección Rubén Darío. Suena un móvil gracias a las coberturas implantadas en el subsuelo. Un hombre con gorro de punto negro que tapaba su cabeza hasta el arco de sus cejas, cara ovalada y delgada, con perilla canosa y nariz fina y larga. Ese hombre, sin nombre conocido, sujetaba el teléfono con su mano derecha envuelta en guante de cuero negro.
- Gracias Carmen. Si, es que salí a cenar y dejé los teléfonos en casa. Si. Os iba a llamar a todos hoy al medio día.
Su boca gesticulaba cada sílaba a la perfección, su dentadura igualada con el blanco perdido por la cafeína o el tabaco se dejaba ver cada vez que el hombre sin nombre sonreía a su interlocutora. Ayer debió ser su cumpleaños, es una opción.
- No, estaba todo preparado, pero al final me fui a cenar solo. No tenía ganas de hablar con nadie. Si, si, bien.
Entonces sus ojos quisieron jugar a ser libres y transmitieron lo que el con su voz no deseaba divulgar: tristeza.
- Si, cene sólo. No claro...es que no tenía ganas. Si. Vi las llamadas de Juan, Marina... os iba a llamar a todos hoy. No , se va el mes que viene porque tal y como está el tiempo con estas nevadas...Muchas gracias (sonrisa) Carmen, un beso. Adiós.
Separó el móvil de su oreja, y con el dedo pulgar dio a la tecla de finalizar la llamada. Se quedó mirando la pantalla unos segundos y lo volvió a guardar en su bolsillo. Levantó la mirada hacía el frente, como el que no tiene nada que esconder y siguió su viaje.
Miré su cara, yo salía en la próxima estación y me invadían unas preguntas de auténtica cotilla del tercero "b":
- ¿Por qué habrá cenado solo? ¿Por qué no tenía ganas de hablar con nadie?
¿Por qué siempre escuchamos una sola versión de lo que pasa a nuestro alrededor?
María Ramos Ortiz
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